Hace diez años, tras la muerte de mi padre, tomé la decisión de aprender a vivir al servicio de la humanidad.

Al principio fue difícil. Debía comprender la necesidad. Si bien el dolor había golpeado mi vida desde muy joven, jamás había comprendido qué era necesitar. Ni siquiera desde el afecto, ya que las amistades me habrían enseñado lo que es sentirse acompañado en plenitud y sin tanto temor a la soledad.

Fue así que un día, a mediados de mi segunda década de vida, tomé mi pequeña mochila y con menos de lo básico salí a recorrer el camino sin destino. Me pareció en aquel entonces que podría honrar la memoria de mi padre utilizando mis recursos para darle un granito de arena a la vida de personas que no necesariamente debía conocer, pero que sentía lo merecían y necesitaban más que yo.

Luego de vivir varios meses sin casi utilizar dinero y escuchando personas con necesidades reales, descubrí que la riqueza venía por otro lado.

Aquella mirada de desprecio y desconfianza que sentía frecuentemente de aquellas personas que no comprendían la importancia de la sencillez, juzgando un joven por momentos desarreglado pero sonriente, me regaló el don de la invisibilidad. Esta cualidad permitiría descubrir quiénes serían aquellos que me acompañarían de forma constructiva por el resto de mi vida y quiénes se acercaban por un interés individual alimentado por un profundo desconocimiento social que los apresaba y consumía lentamente su vida.

Esta decisión me llevaría a aprender un estilo de vida que cambiaría mi vida por siempre, y me devolvería tantos momentos irrepetibles que ni con todo el dinero del mundo podría comprar.

La vida sería muy generosa conmigo. Mucho más que lo que he sido a ella. Volvería a tener una familia, un lugar en el mundo. Con el tiempo sería más de uno.

El gran sabio Facundo Cabral, con su extraordinaria capacidad de expresión, ha podido enseñarnos desde cientos de entrevistas con una facilidad notable sobre el estilo de vida que a simple vista parece utópica, pero es más sencilla y matemática de lo que imaginamos.

Con profundo agradecimiento y reconocimiento a todas aquellas personas que forman parte de mi vida, adjunto esta breve reflexión que tomé de su relato donde explica con exactitud mis sentimientos.

Les dejo la cita:

“Si no vinimos a servir, ¿para qué vinimos? Porque somos servidos. Yo tomé un café que no hice. Me lleva un amigo en un auto que no es mío. Voy a una ciudad donde no puse un solo ladrillo y hay un teatro dispuesto para que yo cante. Y mañana sucederá lo mismo. Cuando tenés conciencia de eso, la vida se transforma en un canje facilísimo. Por eso, es facilísimo caminar el mundo con esa actitud.” Facundo Cabral.