Villa Angela es una pequeña ciudad ubicada en una de las provincias menos atractivas geográficamente hablando de Argentina.
Villa Angela no tiene montañas, lagos, ni ríos. Tampoco petróleo, litio, ni oro. Su tierra ni siquiera es ideal para la plantación de soja. Suele existir sequía y los campos bajan su producción sorpresivamente. En estas fechas abundan los mosquitos, alacranes, cucarachas y arañas.
El calor se torna agobiante, especialmente durante las siestas cuando los cortes de luz impiden el descanso junto al preciado aire acondicionado. ¿La ciudad importante más cercana? A más de 100 kilómetros, y la capital de la provincia a casi 200.
Pero aún así, cada día más gente elige esta ciudad para construir su hogar.
¿El motivo? Su gente. Su calidez, gentileza. Y por sobre todo, su diversidad cultural. Comunidades originarias y europeas conviviendo pacíficamente desde hace décadas.
¿Por qué Villa Angela?
Conocí esta casualidad de pura casualidad. Diez años atrás habíamos organizado una colecta de alimentos, ropa, juguetes y donaciones en general. Decidimos viajar al Chaco para poder hacer entrega. Mi padrino me presentó a Adela Garona, una persona de inmenso corazón que es madrina de una escuela en Quitilipi.
Como superamos en cantidad las donaciones que requerían, recomendó conocer esta ciudad ya que allí existe una comunidad mocoví muy importante: El Pastoril.
Desde el primer momento que llegué me enamoré de la ciudad y su gente. Fue tal el encanto que regresé tres o cuatro veces cada año. En la última visita, que supuestamente era mi despedida definitiva de Argentina, conocí a Natasha con quien nos comprometimos meses después y hoy vivimos felizmente en matrimonio. Pero no escribiré sobre eso ahora. Esa historia la dejaremos para la próxima.
Aquí un ejemplo de belleza bien exótica que puede encontrarse en esta alegre ciudad carnavalera del Chaco Argentino.
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